El cuerpo de U
Concepción
Crecemos criados y amamantados por estructuras morales rígidas. Palabras y actitudes que funcionan como comandos perfectos indicándonos todo: cómo movernos, cómo hablar, cómo relacionarnos con los demás, cómo mirar, hasta dónde está permitido tocar, cómo comportarnos en lo público, cómo en lo privado, cómo vivir nuestro cuerpo. Somos uno u otro cliché perfectamente armado, codificado, etiquetable y reconocible. Gran parte de esos discursos duros encuentran su raíz en la construcción histórica del cristianismo. Algunos nos consideramos ateos, otros no, pero todos estamos cruzados por profundos mitos y fantasías antiguas sobre las cuales no solemos hacer preguntas para su deconstrucción porque eso pone en peligro nuestras vidas y su orden posible.
Creemos en el bien y en el mal y armamos esquemas de valores regidores de la conducta en esos términos míticos, creemos en el yo y jamás pondríamos en tela de juicio su realidad, al contrario, le rendimos culto como a un nuevo dios contemporáneo, con la ceguera con la que en otros tiempos se vio a dios como realidad inmanente e incuestionable, rechazamos la soberbia en los otros, la avaricia, la mentira, honramos a nuestros padres, la lujuria excesiva nos parece de mal gusto, sabemos que robar está mal, etc...
Quizá por pudor, y en un afán de mantener una imagen limpia y moderna, trasladamos el sistema de valores del cristianismo a su nueva casa, con el título de derechos humanos. Creemos que desde ahí tomamos decisiones libres, guiadas por la lógica y el sentido común defendiendo los que llamamos valores universales. De ningún modo creemos actuar desde una irracionalidad mítica. Quizá tengamos razón, ¿pero y si no? ¿Qué tal que a fin de cuentas seguimos siendo esclavos de las tablas de la ley que entregó Moisés, pero nos disfrazamos de ciudadanos ilustrados para que no se nos note el polvo?
Próximamente en cartelera
Accidente
En construcción
Accidente no es un espectáculo. Accidente es un conjunto de juegos físicos que intervienen espacios públicos y privados. El tema central es la mujer y el hombre codificados. Todos estamos condicionados, estructurados y codificados por una serie de discursos psicosociales que se nos imponen. Nuestra libertad deambula en un pequeño marco que ya está hecho. Nuestra voluntad más o menos desesperada balbucea sus disposiciones encerrada en la caja. Dentro de ella luchamos por tomar pequeñas decisiones en cuanto a nuestra personalidad y nuestras relaciones. Luchamos por diferenciarnos y queremos comprar cierta ilusión de identidad, pero la caja, el marco, la cárcel, la estructura o la pecera en que vivimos es más o menos dura y determina el trazo de nuestros andares, palabras, miradas, emociones y hasta la forma de nuestro cuerpo. Accidente parte de este problema y busca arrojar metáforas y acciones que lo reflejan. Esto se vuelve necesario ya que esas estructuras yacen generalmente invisibles. Darles materialidad desde la acción es una urgencia para nosotros. Necesitamos desenterrar cadáveres de una civilización que nos los hereda. Ellos están bajo la tierra pero también en nuestros huesos y nuestro sistema límbico que se aloja en el cerebro. Accidente también indaga sobre soluciones creativas para iniciar un ejercicio de deconstrucción de ese marco duro. El desequilibrio, conflicto o condición de inestabilidad que nos genera esta lucha entre la voluntad y lo ya dado, entre lo elegido auténticamente y lo interiorizado desde la infancia sin enterarnos siquiera, entre lo modificable y lo inamovible, es el espacio de relación y tensión sobre el que trabajamos. Pero un proyecto de estas características no puede sino también ser crítico y observador de las estructuras impuestas para la emisión del juego mismo. Esto no es un espectáculo. También la teatralidad posee sus cajas duras de expresión, y la libertad creativa navega en ese lago delimitado, ya hecho, estructurado por la historia. Así bien, ponemos también a prueba nuestra capacidad para reflejar el conflicto de los creadores de Accidente y su capacidad para desgajar o conservar dispositivos de acción más duros o más flexibles. Se trata al fin, de accidentar la lógica de la realidad que emana de nosotros mismos.
Cada intervención de accidente tiene sus propias características y es relativamente independiente de la anterior ya que el espacio y el tiempo en que se realiza condiciona también la forma del juego. Cada intervención acumula información y prepara aspectos de la siguiente.
Bernardo Gamboa*
*Becario Creadores Escénicos 2015
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